Caminar hacia atrás resultó ser más difícil de lo q había pensado, pero al ver hacia delante veía q lograba el efecto deseado. La impaciencia lo dominaba al ver lo q tardaba teniendo q medir sus pasos y tomar precauciones para no perder el equilibrio. Si caía sería imposible disimularlo y tendría q abandonar el proyecto y volver con sus amigos. Finalmente, llegó al piso de madera de la entrada de la casa. Espió por la ventana q no hubiera nadie a la vista y giró el picaporte de la puerta principal.
Al despertarse, Mariana tardó un tiempo en darse cuenta q no escuchaba las voces y risas de sus compañeros. Se levantó preocupada para descubrir q no estaban allí. Corrió afuera de la casa e intentó divisarlos. Quizás los encontraba en camino a la playa, pero sólo encontró árboles y arena conformando el paraje desolado en el q se encontraba. El enorme sentimiento de soledad aceleró sus ansias de reunirse con sus amigos y rápidamente comenzó a prepararse. Guardó apresuradamente en su bolso su toalla y su protector solar y buscó su malla en su armario. Tardó unos minutos en decidir cuál llevar y, al elegirla, se dirigió al baño. Pero en el camino, recordó q aún no había tomado su medicamento. Sacó el frasco de su bolso y fue a la cocina. Abrió la heladera y buscó una botella de agua. Se sirvió en un vaso un poco y bebió para empujar la pastilla más allá de su garganta. Dejó todo en la cocina, creyendo q ya se había demorado demasiado y volvió al baño para cambiarse. Cuando finalmente hubo terminado, jaló la cadena y salió, y todo su cuerpo se estremeció al ver lo inesperado: un hombre en su cocina.
-¡Ay! Qué tarado, me asustaste.
Guillermo giró rápidamente la cabeza alarmado. El susto casi lo hizo volcar agua de la botella q estaba depositando sobre la mesa. Había llenado el vaso dejado por Mariana.
-Sory.
-¿Dónde te habías metido?
-Tenía que encargarme de un par de cosas...
-Bueno, la próxima dejá una nota o algo. Nos despertamos y no te encontrábamos por ningún lado.
-Veo q tanto no les preocupó si se fueron a la playa.
-Sí nos preocupamos, pero ya sabés q si no estamos acá, estamos allá.
Mariana sintió algo de sed y pidiendo permiso por medio de gestos, tomó agua del vaso.
-Bueno, ¿vamos yendo?- dijo Mariana acercándose a la puerta y depositando su mano sobre el picaporte.
-Todavía no- respondió Guillermo acercándose lentamente a Mariana. Su forma de caminar y sus ademanes de repente le hicieron notar a Mariana q se encontraba en la casa sola con él, y sus amigos quizás no volverían por un tiempo... Guillermo se le estaba acercando demasiado y de a poco la fue poniendo contra la pared, poniendo su rostro cerca del de ella. Era lo último q necesitaba. Había estado casi segura q Guillermo intentaría algo así en algún momento y todavía no había planeado cómo lograría sacárselo de encima.
-No, Guille. Te dije la última vez q no quería nada, y las cosas siguen igual- dijo y empujó levemente su pecho con una mano.
-No importa. Yo sólo para darle un poco más de emoción. Pero no necesito un afrodisíaco, esta vez planeo disfrutarlo a pleno y eso será suficiente- dijo dándole una mirada lujuriosa y despectiva.
Mariana lo miró confundida. Le importaba muy poco de qué cuernos estaba hablando, salir lo más rápido de allí le pareció lo más razonable q podía hacer. Se separó un poco de su compañero y abrió la puerta.
-¿Sabés cuáles fueron las últimas palabras de Alma antes de morir?
Mariana se detuvo en seco. Se dio vuelta muy lentamente y miró a Guillermo con una mueca de horror en su rostro.
-¿De qué estás hablando?- inquirió con un tono amenazante, intimidándolo para q no bromeara.
-"Debería haberle dicho a Mariana"- prosiguió Guillermo ignorando las palabras de su interlocutora.
-¡Basta!- gritó Mariana-. No es gracioso, Guillermo.
-¡Qué hija de puta más hábil! Sabía cómo volverme loco. Ni bien me dijo eso entré en pánico. Casi la cago toda. Si ella había deducido algo antes, entonces la policía me descubriría al instante.
Una ola de pánico estaba ahogando ahora a Mariana también. Su primera reacción fue la huida. Sabía q corría más rápido q Guillermo y se dio vuelta rápidamente, pero su movimiento había sido predicho.
-No vas a ningún lado- escuchó la voz de Guillermo acompañada por un ruido metálico, q le sonaba extrañamente amenazador. Instintivamente, se dio vuelta nuevamente y se dio cuenta q estaba siendo apuntada con un revólver. -Me aburriría explicarte todas las razones por las cuales te convendría hacerme caso, así q simplemente entrá en la casa.
Mariana sabía q entre esas razones se encontraba la enorme reclusión del lugar. No había a dónde correr, a quién pedirle ayuda. Decidió acceder de buena gana para no hacerlo enojar, y eso le trajo una idea. Guillermo era fácilmente manipulable. Tan sólo tendría q seducirlo, portarse bien y darle lo q quisiera para q luego la dejara en paz y ella pudiese destrozarlo más tarde en los tribunales. Se daba cuenta mientras intentaba caminar relajadamente q la furia le corría por las venas. El recuerdo de Alma había desestabilizado sus emociones y se sentía al borde de un colapso mental. Se sentó en la silla para mostrarse un poco más pasiva. Notó q sobraba algo de agua en el vaso. Hizo un dulce gesto y Guillermo le permitió nuevamente q tomase lo q quedaba. El agua fría logró calmarla un poco más, pero sentía q con la siguiente palabra q saliera de la boca de Guillermo, volverían sus ira incontenible.
-Así me gusta- dijo y se dejó caer sobre una silla cercana a la puerta, aún apuntándola con el arma-. Me imagino q tendrás alguna pregunta.
La joven tenía sentimientos ambiguos. Por un lado necesitaba saber todo lo q estaba ocurriendo, pero por otro lado le importaban muy poco motivos y razones, quería salvaje e irracional venganza.
-No- dijo con la voz más dulce q pudo lograr y comenzó a juguetear con su pelo, enroscándolo alrededor de uno de sus dedos al mismo tiempo q le daba una mirada seductora.
-No va a funcionar. Puedo ver a través tuyo. Si hubieses querido algo, ya estaríamos en la cama. No intentes nada más. No te servirá la compasión, ni las amenazas, ni el intento de preocuparme. ¿Creés q de repente aparecí acá con un chumbo y listo? ¿Cuánto creés q llevo planeando este instante? Dejá de actuar. Lo único q va a funcionar es ser lo más real posible.
-Alma se suicidó- dijo Mariana cortante.
-Creo q ya di a entender q yo la maté.
-Eso es imposible. Nos dejó cartas.
-Las escribí yo.
-Tenían su letra, ¿te creés q yo no la reconocería?
Guillermo se levantó y buscó en su bolsillo. Sacó unos papeles y los arrojó en la mesa, al lado de Mariana. La joven dirigió su vista a ellos. Dispersos en la mesa habían varios sobres. Cada uno estaba cerrado y sobre el dorso tenía escrito una palabra cada uno. Siete con los nombres de sus amigos más cercanos, incluído Guillermo, uno con el nombre de su hermana y dos q leían "Mamá" y "Papá" respectivamente. La caligrafía era inconfundible.
-¿Y esa letra? ¿La reconocés?
Mariana no podía creer q había copiado la forma q daba a sus ges, los firuletes q agregaba a las pes y emes mayúsculas. Engañarían a cualquiera.
-Esta vez me costó mucho menos q la última. Tenés una letra bastante parecida a la de Alma.
Mariana tuvo una idea fugaz y desesperada. Con un movimiento dotado de impresionable velocidad, movió su mano hacia las cartas. Deseaba tomarlas y destrozarlas. Pero su mano se detuvo justo por encima de las cartas al escuchar el grito de Guillermo.
-¡¿Querés q te mate?!- exclamó dándole fuerza a sus palabras para inmovilizar a Mariana-. Basta, te dije. Tengo copias- dijo y se sentó nuevamente. -Permitime. Esta cosa me pesa demasiado -dijo haciendo un ademán a su mano y dejando el arma sobre una mesita cerca suyo. -En fin, como decía: ¿alguna pregunta?